domingo, 27 de octubre de 2013

Último adiós a Vidampark

Nos mudamos a Hungría en pleno invierno y al segundo día, bajo la nieve, caminamos con Fabrizio frente a la puerta de Vidámpark –el parque de entretenimientos de la ciudad- y nos asomamos por sobre sus alambrados con la morbosa ansiedad con que los depredadores acechan a su presa. Con un cruce de miradas y una palmada en el hombro la cita había quedado concertada.


 

Cuando llegó la primavera, fue dionisíaco. Vidámpark no es Disneyworld. Es un auténtico parque de diversiones con aires de kermesse de pueblo. Como el “Parque Japonés” del tango “Garufa” o el viejo “Italpark” de Buenos Aires, pero con ese toque de distinción discreto e indescifrable, tan propio de Budapest.

En un carrusel de 1906 los caballos, piezas de ebanistería, galopan con irreal placidez, como en una escena de cuentos. Los autos chocadores circulan en una pista cerrada donde el objetivo es atravesar un haz de luz que cambia de lugar cada cinco segundos, garantizando así choques permanentes e irreprochables. El tren del dragón pasea por un túnel donde una sucesión de maquetas animadas evoca momentos épicos de la historia del país narrada en los poemas de Sándor Petófí (nunca-nunca-nunca le digan a un húngaro que no saben quién fue Sándor Petófi).

                           

Desde luego también están el tiro al blanco, la vuelta al mundo y todos esos juegos que giran a gran velocidad. Pero el plato fuerte es una montaña rusa, con estructura de madera y construida en 1922. Una verdadera obra de arte.

          

A esta altura del relato es fácil imaginarse que durante el verano fuimos varias veces y siempre regresamos exultantes (Fabrizio dormido y yo manejando). El 29 de setiembre volvimos a ir, pero esta vez fue muy especial porque esta vez fue realmente la última. Cuesta aceptarlo, pero el parque será cerrado para siempre. Dicen que no es redituable, que cuesta mantenerlo, que ahora los niños juegan en las consolas y que de esa forma podrán agrandar el jardín zoológico.

Una legión de nostálgicos triplicamos en ese domingo la concurrencia habitual al parque para darle  un último adiós a “Vidámpark”. Ciertamente fue un día de sensaciones agridulces. En las largas filas a veces nos mirábamos con la trémula complicidad de quienes comparten un destino injusto y no deseado. En el Laberinto del Terror, la momia y el monstruo de Frankestein inspiraban más compasión que miedo ¡Triste destino para un monstruo tener que salir a buscar empleo! Por momentos no lo puedo creer y,  una semana después, todavía no me resigno a sacarme por última vez la pulsera de plástico que servía como pasaporte a la infancia eterna que todos llevamos dentro.



           


Sin embargo yo sé muy bien que esto no puede terminar así. Debemos resistir. Todavía existen sitios seguros que no pueden ser alcanzados por las jaulas de las bestias, ni por los genios del planeamiento urbano, ni por los expertos en contabilidad. Países benignos dispuestos a darnos asilo cuando el mercantilismo nos acorrala.  Lugares como mi corazón de padre y, a partir de este párrafo, quizás también tu memoria querido lector. Castillos encantados donde Fabrizio siempre seguirá disfrutando del vértigo de una montaña rusa de madera.  Allí Drácula y el Hombre Lobo gozan de plena libertad  para poder asustarnos sin ningún remordimiento.

Y el carrusel seguirá girando. 

 






miércoles, 28 de agosto de 2013

¿Quién es el más grande de los húngaros?

El 20 de agosto de 2013 en la celebración del día de San Esteban el Presidente Janos Áder citó a Esteban Széchenyi: “todo será difícil para uno pero nada será imposible para muchos”. Esa fue la única cita de su alocución. Los Jefes de Estado no improvisan los discursos de los días nacionales ni citan a cualquier persona en ellos. No creo que sea casual que en la presente coyuntura el Presidente húngaro cite a un patriota indiscutido que fue, además, un liberal conservador, un hombre moderado y un industrializador que conocía Europa y que sabía que Hungría no tenía por qué ser menos que sus vecinos. Aunque debería trabajar duro para alcanzarlos.

Esteban Széchenyi

La Residencia de la Embajada argentina se encuentra sobre una calle que lo homenajea (Széchenyi Emlekut) y desde mi llegada a Budapest me interesé por la obra de este gran hombre que después de luchar como militar contra Napoleón y de servir al ejército Habsburgo (1809-1825) comenzó a vivir los años más multifacéticos y fecundos de su vida. Por cualquiera de las siguientes razones merecería ser recordado para siempre:
Residencia de Esteban Széchenyi en Nagycenk
Interior de la residencia de E. Széchenyi en Nagycenk

-En 1825 donó el equivalente a un año de su renta para la fundación de la Academia de Ciencias.

-Impulsó, planificó y dirigió personalmente la regulación de los ríos Danubio y Tisza. La amenaza de las inundaciones (un problema de siglos) se transformó así en una oportunidad para exportar los productos húngaros al mundo.

-Construyó el Puente de las Cadenas, probablemente el más bello de los emblemas de Budapest, el Teatro Nacional y el túnel de la Colina de Buda.

-Al publicar su libro “El crédito” (1830) propuso la abolición de todo resto de feudalismo y se transformó en el precursor de la industrialización del país.

-Mediante la publicación de “Sobre los caballos” y la organización de carreras de equinos se transformó en el fundador del hipismo húngaro (ciertamente no por razones lúdicas ni deportivas sino por la importancia económica de la cría de animales).


Hombre del siglo 19, vivió intensamente todas las facetas de su vida. Como político fue partidario de los Habsburgo hasta que, en 1848, entendió que el bienestar y el progreso de Hungría requerían la revolución. A los 45 años se casó con la viuda de un antiguo amigo de quien había estado enamorado por mucho tiempo. A fines de 1848 fue internado en una clínica psiquiátrica y en los últimos años de su vida siguió publicando influyentes escritos políticos cuando su salud se lo permitía. Perseguido hasta el final por la policía austriaca se suicidó en 1860.

Su mansión y su tumba en Nagycenk pueden visitarse y reflejan con austera nobleza el carácter del personaje, aunque a Fabrizio, razonablemente, le pareció mucho más interesante el tren que lo recuerda como quien propulsó el uso del vapor en los transportes de Hungría.



Un audiovisual en el mausoleo donde descansan sus restos informa que entre sus descendientes, algunos viven actualmente en la Argentina. No conozco ninguna ciudad de Hungría que no lo incluya en su toponimia.

 

El día de su muerte, su rival político de toda la vida, Lajos Kossuth –mucho más radical en sus ideas democráticas- se refirió a Esteban Széchenyi como “el más grande de los húngaros”.Si esa es la definición de su gran adversario, no estoy en condiciones de agregar nada más.



sábado, 3 de agosto de 2013

Una larga historia de amor (Plitvicka Jezera - CROACIA - Viaje por los Balcanes II)

A lo largo de la vida, en nuestras exploraciones por bosques y montañas, muchas veces hemos caminado dos o tres horas para encontrar una caída de agua, punto culminante del viaje en el que nos detenemos  durante algunos minutos….para luego emprender el camino de regreso. En el Parque Nacional de los Lagos de Plitvice (http://www.np-plitvicka-jezera.hr/) a los veinte minutos de entrar estás frente a veinte caídas de agua, y al seguir avanzando se te presentan más y más saltos, arroyos, miradores, lagunas de color turquesa, borbotones y cascadas que forman un laberinto a cielo abierto en medio de un monte encantado con 1267 variedades conocidas de plantas, incluyendo 55 tipos de orquídeas.


Buena parte del misterio se explica a partir de la existencia de dieciséis lagos ubicados a distinta altura y convenientemente comunicados entre sí. Las sales que llevan las aguas producen un efecto de calcificación de los vegetales que entran en contacto con ellas y –con el paso del tiempo- se transforman en toba calcárea: roca porosa y ligera que va adquiriendo las más diversas formas. Un muestrario de diques, puentes e islotes que han ido  mutando por la propia acción de los ríos, que son los auténticos arquitectos de este hábitat en el que 300 especies de mariposas conviven con pájaros, lobos y con el fornido oso pardo (no se asusten porque es tímido y no se deja ver así nomás).



Para visitar esta maravilla hicimos base en el Hotel Degenija (www.hotel-degenija.com)  a cinco kilómetros de la entrada Número 1 del parque. Nos alojamos en el anexo que resultó simpático y apropiado, con precios razonables, buenos espacios para estacionar y un restaurante de comida sencilla y sumamente popular (reserven mesa para evitar una larga fila de espera).




Los amantes furibundos de la naturaleza podrían pasar una vida en Plitvice pero a nosotros nos alcanzaron seis horas para llevarnos una idea de todos los encantos del parque, combinando caminata, un trayecto de 20 minutos en una silenciosa barca eléctrica, más caminata y un trencito ecológico que nos devolvió amablemente al punto de partida. Cada paso nos deparaba una nueva sorpresa al avanzar por los corredores de esa gigantesca Alhambra natural donde el arrullo de las aguas interpreta una interminable y majestuosa sinfonía.


Como una coda del rutilante concierto que habíamos presenciado al salir nos quedó tiempo para recorrer la cueva de Barac (a 12 kilómetros del parque, visita guiada de 45 minutos) donde se sospecha que hace 6000 años ya hubo asentamientos humanos.



Al volver al hotel con la luz del crepúsculo sentimos la satisfacción de haber espiado entre bambalinas algunas escenas del paciente y fructífero romance entre árboles, aguas y piedras;  en este rincón del mundo donde se confirma que no estamos regidos por el azar. El Parque Nacional de los Lagos de Plitvice es una muestra palmaria de que en la Creación hay un plan, y que lo mejor que podemos hacer por nosotros y nuestra descendencia es descubrirlo, y disfrutarlo con gratitud y delicadeza.



3. Kolovoza -  DUGA LJUBAVNA PRIČA (Plitvička jezera – Hrvatska)
Za vrijeme istraživanja šuma i planina ljudi često hodaju dva ili tri sata da bi pronašli vodopad, pred kojim se zatim zadržavaju neko vrijeme što je vrhunac takvog puta...da bi zatim započeli povratak. Dvadesetak minuta nakon ulaska u Nacionalni park „Plitivička jezera“ (http://www.np-plitvicka-jezera.hr/) nađete se pred dvadeset vodopada i daljnjim hodanjem dolazite do bezbroja novih vodopada, slapova, potoka, vidikovaca, tirkiznih jezera, izvora koji formiraju labirint na otvorenom usred začarane šume s 1267 različitih vrsta biljaka, uključujući i 55 tipova orhideja.  
Dobar dio čarolije može se dočarati na temelju šesnaest jezera koja se nalaze na različitim visinama i koja su prikladno povezana. Minerali u vodama imaju učinak kalcifikacije biljaka koje su u doticaju s vodom i, s vremenom, stvaraju sedrene stijene (stijena koja je porozna i lagana i dobiva najrazličitije oblike). Pravi je to izlog brana, mostova i otočića koji su s vremenom mutirali zbog djelovanja rijeka, pravih arhitekata ovdašnjeg okoliša u kojemu 300 vrsta leptira živi skupa s pticama, vukovima i robusnog smeđeg medvjeda (ne trebate se bojati, sramežljiv je i bježi od očiju javnosti).
Zbog posjete ovom čarobnom mjestu smjestili smo se u Hotelu Degeniji (www.hotel-degenija.com) koji je pet kilometara udaljen od ulaza br. 1 u Park. Smjestili smo se u aneksu koji je simpatičan i u skladu s okuženjem, cijene su razumne, a ima i veliko parkiralište te restoran jednostavne i vrlo popularne hrane (rezervirajte stol kako biste izbjegli čekanje u dugačkom redu).
Najveći obožavatelji prirode mogli bi provesti čitav život u Plitvicama, ali nama je bilo dovoljno šest sati da bismo dobili ideju o svom bogatstvu Plitvica u kojemu smo kombinirali šetnju, 20 minuta plovidbe tihom električnom brodicom, još jedna šetnja te putovanje ekološkim vlakićem kojim smo se vratili u točku polaska. Prolaskom kroz hodnike ove prirodne Alhambre, gdje voda svojim šumom svira jednu beskonačnu veličanstvenu simfoniju, na svakom koraku bi nas čekalo novo iznenađenje.   
Kao kulminacija ovog sjajnog vodenog koncerta preostalo nam je dovoljno vremena za posjet Baraćevoj špilji (12 kilometara od Plitvica i 45 minutna posjeta uz vodiča) za koju se sumnja da je već prije 6000 godina bila nastanjena ljudima.
Povratkom u hotel uz zadnje zrake sunčeva svjetla bili smo ispunjeni spoznajom da smo špijunirali, iza zastora scene, strpljive i plodonosne romanse između drveća, voda i kamenja; u ovom kutku svijeta gdje se potvrđuje da nama ne upravlja slučajnost. Nacionalni park „Plitvička jezera“ očiti je dokaz da u stvaranju postoji plan, i da najbolje što možemo učiniti za nas i za naše potomke je njegovo otkrivanje te zahvalno i pažljivo uživanje u njemu.

viernes, 28 de junio de 2013

La sabiduría del Tokaji (Saróspatak II)

No conforme con ser testigo de las proezas de Santa Elizabeth y de Francisco Rákóczi II, Sárospatak es también la cuna de la educación magiar. La ciudad se incorporó al patrimonio de los Rákóczi como parte de la dote de Zsuzsanna Lorántffy por su boda con Jorge I, bisabuelo del gran Francisco II. Zsuzsanna Lorántffy, propietaria de extensos viñedos y calvinista ferviente, a mediados del Siglo 17 fue la artífice del esplendor del Colegio Reformado que aún hoy sigue recibiendo alumnos y que podemos visitar en el  centro de la ciudad.

Colegio Reformado de Sárospatak

Además de ser tierra de conocimientos, mujeres ejemplares y guerreros inmortales, Saróspatak se encuentra en el corazón de Tokaj: y eso significa…una de las regiones vitivinícolas más reconocidas del planeta.  
Viñedos de la región de Tokaj
Mi guía fue Lajos Kun, un “wine maker” de toda la vida que amablemente me abrió las puertas de su propia bodega, pequeña y equipada con los últimos adelantos técnicos.  En muchas otras regiones, las  marcas y las empresas transnacionales desplazan a las familias y a las buenas tradiciones artesanales.  Nada de ello ocurre en Tokaj. Lajos Kun supervisa personalmente las cosechas, y sólo prepara vinos con uvas de sus propios viñedos, que se encuentran a pocos kilómetros de la ciudad.

Lajos Kun, Claudio Giacomino, Attila Kocsis y Fabrizio Giacomino


Después de ilustrarme sobre los procesos de vinificación,  los materiales de los toneles y los tiempos de añejamiento, el bodeguero consideró que ya estábamos preparados para la hora de la verdad.  En el barrio del Castillo, detrás de un pesado portón de hierro una escalera descendente de 85 escalones conduce al gran tesoro: las cavas de la bodega. Un corredor central con ocho túneles toscamente excavados, de 25 metros cada uno y una temperatura  constante de unos 14 grados Celsius aportan las condiciones ideales para el descanso de los vinos embotellados. Bajo la luz de las velas Lajos expone sus productos y me acompaña en la cata. Comenzando por los blancos secos más suaves y siguiendo por los legendarios vinos dulces de Tokaj (llamados “Aszu”) con sus concentraciones crecientes (1, 2, 3 “puttonyos”…hasta llegar al “Aszu” de 6 “puttonyos”, un vino denso y ambarino que parece compendiar todos los perfumes de la comarca).  En un momento imprevisto, toda la armonía de la tarde estuvo a punto de sucumbir. “Y este vino, ¿qué le parece?”,  me pregunta mi anfitrión. “Fantástico…me recuerda al Sauternes” le dije muy suelto de cuerpo con la espontaneidad de los inconscientes (un vino puede compararse con el perfume de una flor, una fruta seca, la piel de un animal salvaje, o la sombra de una adolescente pelirroja en una tarde de otoño pero …¿¡cómo se me ocurrió compararlo con otro vino!?). Por un instante sus ojos me escudriñaron con sorpresa y desazón. Luego su bonhomía pudo más y me explicó comprensivo: “Sí…en verdad algunos franceses llegaron hasta aquí pensando lo mismo…luego comprendieron que nosotros utilizamos otros métodos y que los vinos que obtenemos son, en consecuencia, muy diferentes”.  Asentí contrito y humillado. Nuestra amistad ya no volvería a correr peligro. Para certificarlo, Lajos Kun decidió homenajearnos con una experiencia infrecuente: descorchó una botella de un “Aszu 5” de 1972 (¡cuando yo estaba aprendiendo a escribir!).  Me sobran las sensaciones y me faltan las palabras para narrarles esa copa inolvidable.

Aszu 5 de 1972

En la mañana siguiente mi nuevo amigo me invitó a un almuerzo en familia. “Tengo 70 años y hoy es la primera vez que tengo a alguien de su país frente a mí. Quizás nunca más vuelva a ver a un argentino. Usted no puede negarme el placer de invitarlo a mi casa”, argumentó concluyente. Las fotos familiares, la amabilidad de los pequeños gestos y el sabor de cada plato me ayudaron a  comprender mucho mejor la legendaria generosidad de estas tierras y la nobleza de sus vinos.

Cuando  emprendí el camino de regreso a Budapest, en el espejo retrovisor del coche seguí viendo la hidalga figura de Lajos Kun saludándonos con su brazo derecho, hasta que nos perdimos en el horizonte.   


martes, 11 de junio de 2013

La Santa y el Príncipe ( Sárospatak I )

Sárospatak es una pequeña ciudad de unos 15.000 habitantes ubicada en el noreste de Hungría. Pero su importancia es mucho mayor que su tamaño; y la serenidad de sus calles invitan a la reflexión. Dos edificios sobresalen en su horizonte: el Templo de Santa Elizabeth y el Castillo Rákoczi.  Desde las orillas del Bodrog puedo contemplar alternativamente a uno y a otro y preguntarme: ¿Qué habrá sido más importante en la constitución y en el desarrollo del pueblo húngaro? ¿El espíritu o la materia? ¿Cuál es el cincel que talla más profundo en la piedra de la historia? ¿La comunión o la espada? ¿El amor o la guerra? ¿La Santa o el Príncipe?


Aquí en 1207 nació Elizabeth, descendiente de los Árpad e hija del rey Andrés II de Hungría.  A los 4 años ya estaba comprometida en matrimonio con Luis de Varburg, Conde de Turingia. Se casaron cuando ella tenía 14 años y juntos tuvieron tres hijos. Sensible al dolor de los débiles, contó con la anuencia de su marido para ayudarlos y repartir buena parte de su fortuna entre los más necesitados. Su caridad alcanzó grado heroico cuando, en tiempos de la peste, se desvivía por atender a los enfermos y darle de comer a los hambrientos. Enviudó a los 20 años y falleció cuando apenas tenía 24. En su lecho de muerte recibió una carta de consuelo de San Francisco de Asís. Cuatro años después de su muerte fue canonizada. Muy pronto se incrementó el número de niñas llamadas Elizabeth en Alemania, Italia y  España. La veneración por Santa Elizabeth se extendió rápidamente por toda Europa.
La Basílica que la recuerda en su tierra natal fue originalmente construida en el Siglo 15 aunque sufrió algunas reformas hasta el siglo 18, cuando la enriquecieron con el imponente retablo barroco que hoy puedo admirar en el altar mayor.  En el exterior, una escultura de Imre Varga la representa a caballo, junto a su querido esposo. A pocos pasos, en un pequeño museo encuentro documentos que ilustran su vida ejemplar y su legado.






Después de diez minutos de tranquila caminata llego al Castillo Rákoczi.  A fines del siglo 17,  trescientos cincuenta años después de la muerte de Elizabeth, el territorio húngaro estaba ocupado o era amenazado por los Habsburgo, el Sultán de Turquía y otras potencias extranjeras.  Los Rákoczi poseían más de un millón de hectáreas de tierra, eran la familia más poderosa de Hungría y la gran esperanza de los nobles y campesinos que soñaban con recuperar la independencia de la nación. Una pequeña esquina del castillo, con su famosa cúpula centrada en una rosa, fue testigo de las conspiraciones independentistas de Francisco I (en latín la expresión “sub rosa” denota secreto o confidencialidad). 



Su hijo, Francisco II,  fue el más grande de los Rákoczi. Nació en 1676, cuatro meses antes de la muerte de su padre, y pasó la mayor parte de su infancia bajo la custodia del Emperador Leopoldo I. Al llegar a la mayoría de edad instaló en Sárospatak su corte principesca junto con su esposa Carlota Amelia de Hessen.  
Francisco II Rákoczi estaba convencido de la necesidad de una ayuda exterior para su causa, y su inteligencia y espíritu refinado lograron despertar la atención de los mayores tronos de Europa. Pedro El Grande, dueño de ricos viñedos cercanos a Sárospatak (región de Tokaij), lo reconoció como  su amigo; y el Castillo exhibe, entre otros tesoros, un precioso armario obsequio de Luis XIV.


Héroe popular, estratega político y hombre de armas,  la vida de Rákoczi está colmada de episodios increíbles. En el fragor de algún sangriento combate sus soldados lo dieron por muerto y lo dejaron abandonado en el campo de batalla. En 1701 la Corte de Viena lo encarceló en Wiener-Neustadt y su esposa lo ayudó a escapar. En 1703  fue elegido Príncipe de Transilvania y,  bajo el auspicio de la Guerra De Sucesión Española, decidió que era el momento de encabezar una lucha frontal por la Independencia. Al frente de una armada formada mayormente por siervos y trashumantes supo complicarle la vida a los experimentados ejércitos imperiales comandados por Eugenio de Saboya, genio militar y diplomático de la época. Mandó a acuñar una nueva moneda de cobre para sus dominios y fomentó el florecimiento de la cultura sobre la base de la tolerancia religiosa. Pero el talento del patriota no se vio coronado por el éxito: en 1711 los Habsburgo llegaron a una paz de compromiso con los nobles de la región y los sueños de Rákoczi se distanciaron irremediablemente de la realidad.  En Polonia se reunió con el Zar de Rusia y en París con el Rey de Francia. Cada uno a su turno le dispensaron los mejores tratos y le prometieron protección personal, pero le retacearon lo que más ansiaba: apoyo político y militar para la rebelión de Hungría. En 1717 llegó a Constantinopla con la expectativa de una alianza con el Sultán. Vanas fueron sus esperanzas. Solamente consiguió una vivienda en un centro de refugiados de Rodosto, pequeño poblado sobre el Mar de Mármara.

Toda su inmensa hacienda, toda la fortuna de su familia fue ejecutada. Los Habsburgo habían  decidido que el nombre de los Rákoczi se borrara de la faz de la tierra. Francisco II Rákocsi vivió en Rodosto los últimos 18 años de su vida, dedicado a la carpintería y a la escritura. Tal vez en aquel rincón del Imperio Otomano, mientras conversaba y trabajaba con sus viejos camaradas de armas,  le habrán venido a la mente las enseñanzas de Elizabeth. Allí, durante sus las largas caminatas por el bosque,  Rákoczi habrá tenido oportunidad de reflexionar sobre la vanidad de las riquezas, las amistades políticas y la vida palaciega a las que –ciertamente por la fuerza-  también él había renunciado. Quizás, en aquellas  melancólicas tardes del exilio, la pasión por sus ideales y el sufrimiento por no concretarlos exorcizaron el abismo de tiempo y de creencias que lo separaban de la Santa. En esa contemplación,  en ese amor compartido por el pueblo húngaro sus almas se aproximaron y quedaron unidas para siempre… una junto a la otra. Como el amor y la guerra en la historia del mundo. Como la Basílica y el Palacio de Sárospatak. 

domingo, 28 de abril de 2013

Györ: La colección de Imre Patkó

El arte sólo necesita dos cosas: artistas y coleccionistas. La pintura podría seguir existiendo sin críticos, sin museos, sin público que vaya a los museos, sin marchands, sin galeristas, sin curadores, sin historiadores del arte, sin bloggers y sin diplomáticos.  Pero sin coleccionistas todo el mecanismo socio-económico que mantiene vivas a las artes plásticas tal como las conocemos se desplomaría.

Los coleccionistas son personas apasionadas que necesitan vivir cerca de la belleza en su estado puro. Pueden ser grandes capitalistas o simples asalariados. En ocasiones especulan para ganar dinero y en muchos casos realizan esfuerzos verdaderos para comprar un cuadro. Pero siempre hay en ellos una cuota de romanticismo, de ingenuidad infantil y de intuición para descifrar y anticipar los caminos del arte.
Ciertamente en la historia hubo coleccionistas mediocres y otros brillantes. Entre los mejores, se encuentra el húngaro Imre Patkó. Su colección se expone en un museo ubicado en el centro de Györ (Szechenyi tér 4). Es una casa del siglo 17 que alguna vez le ofreció albergue a los artesanos que pasaban por la ciudad. En la esquina todavía encontramos una vieja tabla con clavos que los visitantes martillaban como testimonio de su paso por el lugar.

 
 
Cuando llegué estaba cerrado, pero la señora que atendía en el Museo János Xantus -a pocos metros- tuvo la gentileza de abrirme la puerta. La colección resume buena parte de la vida de Imre Patkó. En el tercer piso encontramos máscaras, talismanes y objetos que Patkó recogió en sus frecuentes viajes como periodista, etnógrafo e historiador en regiones recónditas de China, Tibet, La India y Africa; a menudo conviviendo con pueblos que –en pleno siglo 20- jamás habían tenido contacto alguno con la industrialización.
 
En el primer y segundo piso se exponen obras de grandes pintores húngaros y de algunos artistas mundialmente consagrados como Marc Chagall, Charles Rouault, Karel Appel, Georges Braque y Pablo Picasso. En la mayoría de los casos, obras sabiamente escogidas por el ojo de quien sabe mirar por encima del horizonte de las modas. 

 
 Péter Ujhazyo. "Soldado"
Kareal Appel. "Figura con pez"



Mientras las descubría levanté la mirada y a través de una ventana pude ver un templo Jesuíta del Siglo 17 (la Iglesia de San Ignacio). En la mágica calma de la tarde de Györ se esfumaron los contrastes entre las culturas tribales africanas, el barroco de la contrarreforma y el arte contemporáneo. Imre Patkó tenía muy en claro que los tres eran capítulos de una misma historia. En su mente humanista todas las civilizaciones y todos los pueblos forman parte de una aventura aún mayor. En el Museo de Imre Patkó podemos encontrar algunas pistas para adentrarnos un poco más en tan maravilloso misterio.










 

domingo, 14 de abril de 2013

Escondidos en Memento Park (Conversaciones con Fabrizio)

-Papá, ¿Quiénes son todos estos señores?
-Son estatuas que durante la época comunista –desde el fin de la Segunda Guerra hasta 1990- estaban en plazas y lugares muy importantes de Budapest. Las habían puesto para celebrar que se estaba fundando una nueva sociedad, una nueva manera de organizarse.
-Y ¿Por qué las trajeron para acá?
-Los húngaros no estaban muy contentos con estas esculturas que les recordaban la ocupación soviética, los límites que les imponían y la falta de democracia. Cuando en 1990 pudieron celebrar elecciones libres y el ejército soviético se fue, aprovecharon y las sacaron.
-¿Por qué no las rompieron?
-En realidad, algunas las rompieron. Fijate esas botas que están solitas allá en ese pedestal. El que estaba allí adentro era Stalin. La gente hizo pedazos la mayor parte de esa estatua. Estas otras las dejaron porque les parecieron lindas, o porque no les resultaban tan antipáticas como Stalin, o como testimonio de un tiempo que ya pasó.
-A vos…¿te gustan?
 
-Para mi gusto son bastante figurativas y en algunos casos fueron construidas más como propaganda que como auténticas obras de arte. Pero esas dos son bastante lindas. Probablemente la única representación escultórica de Marx y Engels en estilo cubista. Ese otro es Lenin.
 

-A mí me dan un poco de miedo.
-En realidad siempre hubo gente que les tuvo un poquito de miedo. Pero quédate tranquilo que no te van hacer nada.
-¿Y ese señor tan grandote que corre desesperado con una bufanda en la mano?

-Es el Monumento a la República de los Consejos, el primer estado obrero húngaro, después de la Primera Guerra Mundial.
-Mirá esas dos manotas que sostienen una pelota…
 
-La esfera representa las ideas comunistas desarrolladas en el seno del movimiento obrero y las dos manos la protegen y la muestran al mundo.
- ¡Cuánta imaginación que tienen los artistas!
- Sí, y las dictaduras no te cuento.
-¿Qué venden en ese kiosco?
- Venden música, uniformes, y otros objetos de la época del comunismo. También venden una película que usaban para enseñarles a los espías a averiguar lo que hacía la gente.
-¿Ahora no hay más escuelas de espías, verdad?
-No, ahora esas cosas se aprenden en los cursos de marketing.
-¿Y todas estas estatuas se van a quedar aquí para siempre?
-Quizás. O hasta que algún alienado las destruya u otro verdaderamente chiflado les abra la puerta y las deje salir a la calle nuevamente.

 
-Papá…¿Podemos jugar un ratito a la escondida?
-Bueno dale. ¿Quién se esconde primero?




martes, 2 de abril de 2013

La música y el silencio



Presidente de Hungría, Janos Ader
 
A poco de llegar a Hungría tuve la oportunidad de cambiar algunas palabras con el Presidente de de la Nación. En ese breve encuentro el Presidente János Áder me recomendó que, si me interesaba la buena música, no dejara de visitar el Palacio de las Artes (MUPA) (http://mupa.hu/en/). No todos los días se reciben sugerencias de tan alto nivel y, por supuesto, decidí seguir su consejo. En el marco del XIII Festival de la Primavera, Claudio Abbado dirigiría la Orquesta Mozart en la Sala Bártok del MUPA. La ocasión no podía ser mejor. (http://www.btf.hu/btf2013/)


Claudio Abbado
De Claudio Abbado no les voy a hablar mucho porque sería inútil: las leyendas musicales no se cuentan. Se escuchan. Pero para escucharlas en buena forma hace falta silencio de alta calidad: y ése es precisamente un bien valiosísimo que parece no escasear en Budapest.


Palacio de las Artes (MUPA)

El Palacio de las Artes es un magnífico centro cultural que alberga varios espacios para exposiciones y artes escénicas. La Sala Bártok –el auditorio mayor del Palacio- tiene una capacidad para 1800 personas sentadas, fue inaugurada en 2005 y posee una tecnología de última generación cuya clave es la flexibilidad. El escenario está dotado de tres ascensores hidráulicos que permiten adaptarlo a las distintas formaciones orquestales, mientras que la acústica de la sala también se acondiciona, según las circunstancias, mediante un sistema de telones, cámaras y paneles móviles que se accionan desde una cabina con la ayuda de motores. El resultado es una acústica infalible en cada concierto.

La Sala Bartok nos asegura  una buena experiencia desde antes que lleguemos a ella. El amplio garage subterráneo del MUPA (gratuito para todos los poseedores de entradas) permite que dejemos sobretodos y paraguas en el auto, incluso en una noche con tormenta de nieve como la del 27 de marzo (el servicio meterológico no se dio por enterado de que este es el Festival de la Primavera).  
En la puerta de la sala, unos modernos recipientes esféricos ofrecen caramelos sin costo, como cordial prevención contra toses y carrasperas. Una señorita muy amable nos obsequia un programa (nadie le da propina y ella no pierde la sonrisa) y supone amablemente que ya sabemos leer los números arábigos. Como cada uno se acomoda por su cuenta, el ingreso se hace mucho más ágil. Al leer el programa compruebo que es totalmente distinto al que se había informado por internet pero, en estas circunstancias ¿a quién puede importarle? Ninguna voz en off anuncia que no se puede hablar por teléfono, ni sacar fotos con flash, ni tocar el trombón, ni asesinar a la suegra. Son cosas que entre personas civilizadas se dan por sabidas. 
Los músicos y el director son ovacionados. El público les regala el silencio más hondo y expectante que se pueda imaginar. Claudio Abbado hace simplemente lo que siempre se espera de él. Nadie –absolutamente nadie- se movió de su butaca hasta un rato después de terminado el segundo bis.

Gracias al público, a los músicos y al Presidente de Hungría por su  consejo.