lunes, 1 de febrero de 2016

Sopron: La ciudad que eligió ser húngara.

A poco de llegar a Sopron, caminando por su centro histórico tuvimos la sensación de habernos embarcado en un viaje en el tiempo. Rodeados por cortesanos y soldados la pareja real recorre las calles de la ciudad camino a la Iglesia de la Virgen Bendita (más conocida como “Iglesia de la Cabra”). El pueblo vitorea eufórico. Nosotros, por las dudas, también. No es para menos: minutos después asistiremos a una ceremonia de coronación real presidida por un obispo y animada por un coro estupendo, todos con vestuario de época. De ese modo, la ciudad recuerda cada verano la consagración de Fernando III en 1625, época en que varias reuniones parlamentarias y casamientos reales se celebraron en la “Iglesia de la Cabra” (varias teorías contradictorias procuran explicar el origen del seudónimo).

                        

Sopron se ubica en el extremo occidental de Hungría, casi sobre el límite con Austria. En el lugar que hoy ocupa su Plaza Mayor se encontraba el foro de la ciudad romana de Scarbantia, destruída por las invasiones bárbaras. Desde el siglo XI pertenece a Hungría, aquí residió el Rey Matías Corvino cuando preparaba el asalto a Viena (1482-1483) y fue una de las ciudades que resistió el asedio de las invasiones turcas del siglo 16. A pesar de que la Torre de Observación contra el Fuego es el edificio más emblemático de la Plaza, la ciudad no pudo escapar a la destrucción del gran incendio de 1676.

                           

 Las líneas barrocas que predominan en la ciudad datan de su reconstrucción posterior. En ella visitamos una antigua sinagoga, un hermoso templo luterano y varios museos de interés; el piano donde Franz Liszt aprendió a tocar se expone en la Casa Storno, aunque mi hijo se sintió más atraído por el Museo de las Minas y por la Casa Fabricius, desde luego.

                      
                     

Al alejarnos del centro histórico nos sorprendió la cantidad de consultorios odontológicos que proliferan a la espera de los miles de turistas austríacos que cruzan la frontera atraídos por la calidad de los dentistas húngaros (y sus honorarios competitivos). 


                      

La gran historia de Sopron se extiende con merecido orgullo hasta nuestros días. Si, como sostiene el historiador inglés Eric Hobsbawn, el siglo 20 es un siglo corto que se inicia en la Gran Guerra y termina con la caída del Muro de Berlín podremos decir que Sopron tuvo protagonismo en su inicio y en su conclusión.  

En su inicio porque los Tratados de París de 1921 dictaminaron que se integraría al territorio austríaco pero, tras una insurrección popular, sus habitantes decidieron por referendum seguir siendo parte de Hungría. Lamentablemente a los ciudadanos que habitaban otros territorios cercenados a Hungría luego de la Primera Guerra Mundial no se les dio la oportunidad de elegir.   

En su final porque el 19 de agosto de 1989 en las afueras de Sopron se abrió por primera vez una grieta en la Cortina de Hierro y varios centenares de alemanes (del este) cruzaron a Austria. Los soldados húngaros desobedecieron la orden de disparar y el acontecimiento quedó registrado como un antecedente crucial en el proceso que llevaría a  la caída del Muro de Berlín, ocurrida semanas después. 

                               

Una monumental puerta entreabierta recuerda el episodio. Después de atravesarla, ya en el crepúsculo, seguimos viaje a un antiguo monasterio en las cercanías, pero no para rezar ni departir con los monjes. Señal de los tiempos que corren, el Kloster Wandorf es actualmente un hotel encantador con un ambiente calmo y sereno que nos invita a meditar sobre todo lo que aprendimos y un restaurante magnífico que ciertamente ayudó a elevar aún más nuestros espíritus. 

                       







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