jueves, 6 de marzo de 2014

Un castillo para Joseph Haydn

En nuestros días la creación musical se sostiene y reproduce –en buena medida- gracias a las grabaciones, el comercio electrónico, los empresarios del espectáculo, los videos, la radio, la televisión, los ring-tones y la venta anticipada de entradas.

Entre el siglo 15 y el siglo 19 nada de esto existía. ¿Cómo fue posible entonces el florecimiento de la buena música en Occidente? La respuesta es, sin duda, gracias a personas acaudaladas y con cierto criterio musical a quienes llamamos mecenas. Entre ellos, algunos sustentaban a los compositores –que en esa época eran siempre intérpretes de renombre- por motivos funcionales: prestigio para sus reinos o música para las celebraciones litúrgicas, básicamente. Otros lo hacían por el mero placer de disfrutar el arte y engalanar las fiestas de sus residencias privadas. Entre estos últimos, el más brillante fue un aristócrata húngaro del Siglo 18: el Príncipe Miklós Esterházy, llamado “El Magnífico”.



 Los Esterházy tenían sus dominios (unas 150.000 has) en Sütör y Esterháza, hoy en día Comuna de Fertód, a pocos kilómetros del límite actual entre Hungría y Austria.  El castillo de 126 habitaciones, inaugurado en 1766 fue construido según el modelo del Palacio de Schönbrunn e inspirado en el fausto de Versailles. Allí vivió durante 24 años el compositor austríaco Joseph Haydn (1732-1809). Allí compuso y estrenó cincuenta de sus sinfonías y doce de sus óperas. Miklós Esterházy puso a sus órdenes una orquesta permanente e hizo construir detrás del palacio una Casa de Opera y un Teatro de Marionetas. El Príncipe y sus amigos contemplaban los estrenos desde los balcones y el pueblo de la comarca asistía (sin pagar entrada) desde la platea. Para las grandes celebraciones se organizaban representaciones musicales con fuegos de artificio en los jardines, donde cada mes se cultivaban unas 60.000 flores. Es fácil imaginarse el estremecimiento de campesinos y aldeanos rústicos confrontados a funciones sublimes y ostentosas que contrastaban con la sencillez de sus vidas. Es difícil concebir cómo Haydn podría haber creado su obra sin el apoyo de su generoso mecenas.



Durante la Segunda Guerra Mundial el Castillo sirvió como cuartel del ejército alemán y como hospital para los soldados soviéticos. Luego de algunos años de abandono ha recuperado su esplendor original. Sobre un trasfondo barroco es posible admirar esculturas, óleos, frescos y tapices de artistas húngaros y austríacos, el sistema de calefacción original (de tecnología avanzada para su época) y los costosos paneles que el Príncipe hizo traer de la China.  También lucen los apartamentos de María Teresa, especialmente diseñados para el confort de la Emperatriz que visitó Esterháza en 1773.



En los últimos años algunas dependencias fueron acondicionadas para alojamiento de turistas y la antigua Sala de los Granaderos hace las veces de restaurante abierto al público. Desde luego, la música sigue presente y son frecuentes las presentaciones en la Sala de Conciertos del primer piso y en el Teatro de Marionetas, recientemente restaurado.




En la tarde de nuestra visita pudimos disfrutar un concierto dirigido nada menos que por el maestro  Andreas Staier. Luego de la función departimos brevemente con Antall Esterhazy, un caballero amable y distinguido, descendiente directo del fundador del palacio y 13er Príncipe y jefe de la rama principal de la familia Esterházy de Galántha, quien accedió a que le tomáramos una foto.



En la noche fresca y serena, mientras caminábamos con Fabrizio rumbo a la verja principal, me regocijaba al pensar que, dos siglos y medio después, el fantástico Castillo de Fertöd sigue deleitando a las personas comunes que lo visitamos y que la legendaria grandeza de los Esterhazy sigue vigente. Como la música de Franz Joseph Haydn. 

1 comentario:

  1. Como siempre Claudio, un deleite aprender a través de tus líneas literarias tan bien trazadas. ¡Y que Dios bendiga a los mecenas!

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